El rodaballo, Psetta maxima, es un pez teleósteo perteneciente a la familia de los peces planos Scophtalmidae, del orden Pleuronectiformes.
Estos pescados se caracterizan por tener el cuerpo y la cabeza plana y los ojos muy pequeños y ubicados en el lado izquierdo de su cuerpo.
Su cuerpo es comprimido, y adopta una forma de rombo, casi circular, con aletas redondeadas y más ancho que largo: es el más ancho de los pescados blancos.
La piel es dura y sin escamas visibles, de color pardo salpicado con manchas blancas y negras.
Su tamaño medio varía entre 40 y 50 centímetros, y pesan de 2 a 4 kilos.
Su hábitat natural son aguas poco profundas, desde los 2 metros de profundidad hasta los 100, en aguas del Atlántico y del Mediterráneo.
Se esconden en pozos arenosos y pedregosos.
Se alimenta de peces pequeños, crustáceos y gusanos y, al llegar a la edad adulta, solo peces pequeños en exclusiva.
Con su carne blanca, hojosa y firme, es uno de los pescados que ha alcanzado mayor prestigio en la cocina, siendo considerado como un símbolo de lujo gastronómico.
Admite toda clase de preparaciones, aunque cuando mejor resulta es con recetas sencillas, acompañado únicamente de alguna salsa suave.
El rodaballo se sitúa entre el pescado azul y el pescado blanco; es semigraso, su contenido en grasas es muy bajo en comparación con los denominados como pescados azules. Por este hecho es una buena opción en dietas de adelgazamiento.
Destaca sobre todo por ser especialmente rico en proteínas de alto valor biológico, lo que significa que aporta todos los aminoácidos esenciales y beneficia muchos aspectos, como la prevención de cáncer o enfermedades cardiovasculares.
Las vitaminas más destacables que contiene son del complejo B, y los minerales más abundantes son el hierro, potasio, magnesio, fósforo y sodio.
Ayuda a reducir el colesterol “malo” y aumenta el colesterol “bueno”, a la vez que reduce niveles altos de presión arterial en la sangre y reduce el riesgo de degeneración muscular.
