LUBINA

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La lubina, Dicentrarchus labrax, es también conocida como róbalo, pertenece a la familia de los Moronidae, orden Perciformes.

Se trata de un pez con cuerpo alargado, redondo y robusto, siendo la talla más común entre los 40 y los 65 centímetros y de 5 a 7 kilos de peso.

La cabeza es puntiaguda, de boca grande, con una zona más oscura cerca que lo diferencia.

Su piel es gris brillante, vientre blanco, dorso gris y laterales claros en degradación.

Vive sobre todo tipo de fondos en el litoral, desde zonas superficiales hasta profundidades de unos 100 metros.

Puede vivir en ambientes con un amplio margen de salinidad y con amplios rangos de temperatura, pudiendo encontrarse ocasionalmente en ríos.

Frecuente en el Mar Mediterráneo y en el Océano Atlántico, concretamente desde las costas del Mar del Norte hasta zonas de África como Senegal.

Es carnívora, se alimenta de invertebrados, gusanos, crustáceos, algas, pulpos pequeños y peces.

Al ser de una pieza, carne firme y pocas espinas, facilita la elaboración de múltiples recetas con sus filetes o lomos completos.

La lubina salvaje es un plato asegurado en los restaurantes más sofisticados y en la nueva cocina, presentándolos al hojaldre o a la naranja.

También para acostumbrar a los niños a comer pescado puede prepararse en ciertas recetas como croquetas, empanadillas o pasteles salados.

La lubina es uno de los pescados de carne blanca con un porcentaje menor de aportes de grasa, además de un elevado contenido en proteínas de alto valor biológico, vitaminas y minerales.

Es por ello uno de los alimentos con mayor valor nutritivo tras una elaboración sencilla en cocina, por lo que es muy recomendable en dietas bajas en calorías.

Destaca su aporte de vitaminas del grupo B, las que regulan el aprovechamiento de los nutrientes energéticos, intervienen en la formación de hormonas sexuales, síntesis de material genético y funcionamiento de diversos sistemas del cuerpo humano.

En cuanto a los minerales, destacan los porcentajes de potasio, fósforo, hierro, sodio y magnesio, los cuales intervienen en la regulación del sistema nervioso, la actividad muscular o la formación de huesos y dientes.

Además, previenen cierto tipo de anemias.